A veces es interesante hacer un ejercicio de imaginación y plantearse qué hubiera pasado si la muerte no se hubiera cruzado en la vida de ciertos artistas que se fueron demasiado pronto: por ejemplo Jimi Hendrix, John Lennon, Janis Joplin... o Amy Winehouse.
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La diva del soul, la mujer que revitalizó este estilo musical y lo devolvió a lo más alto de las listas, murió un 23 de julio de 2011, hoy hace diez años, con solo 27 años, dos obras publicadas y una carrera por delante que se fue al traste aquella calurosa tarde.
A menudo solo se recuerda a Amy Winehouse (Londres, 1983) por sus excesos y su ajetreada vida personal, que hizo de su figura un constante objeto de rumores y portada de tabloides. Pero Amy fue, ante todo, una cantante inigualable, una voz privilegiada y una personalidad arrolladora que, de forma inesperada y completamente extemporánea, trajo dignidad a unas listas de éxitos dominadas por productos artificiales y, en su gran mayoría, mediocres.
La cantante londinense solo publicó dos discos en vida, pero de una altísima calidad. El primero, Frank (2003) -en referencia a Frank Sinatra-, sentó las bases de un estilo añejo, que nos mostraba el privilegiado registro vocal de Winehouse, al que añadía un fraseo que conseguía emocionar como solo lo habían logrado estrellas a la altura de Billie Holiday, Aretha Franklin, Etta James o Nina Simone, los espejos en los que se miró.
A ello se unía la cuidada elaboración de sus letras, un aspecto de su creación menos reconocido, ya que se suele ensalzar su faceta como intérprete y se olvida a menudo su capacidad para componer textos de gran altura.
Una obra maestra del soul
El segundo disco, Back to black (2006), confirmó todo lo anterior y lo multiplicó, alcanzado el éxito masivo a ambos lados del Atlántico. Una obra maestra del soul sin discusión y que, en un momento en el que la música estaba ya asediada por la piratería y las descargas ilegales, logró vender más de 20 millones de copias en todo el mundo.
Todo ello con una imagen muy reconocible, con su aspecto desgarbado, su exagerado maquillaje y su peinado 'colmena', inspirado en los grupos femeninos de los sesenta, como The Ronettes o The Shangri-Las.
Amy se convirtió en la gran estrella musical del momento pero también se dejó arrastrar por un estilo de vida excesivo, pregonado a los cuatro vientos por la prensa amarilla británica, que hizo de sus adicciones un recurrente tema de portada.
Uno de los asuntos más aireados fue su vida personal, sobre todo los escándalos que protagonizó con su pareja, Blake Fielder-Civil, a quien conoció en un pub de Candem, el barrio londinense que la diva solía frecuentar. Amy Winehouse llegó a tatuarse su nombre junto al corazón pero poco después descubrió sus infidelidades y la relación terminó, lo que hizo a Amy Winehouse entrar en depresión y sufrir trastornos alimentarios.
Sin embargo, Winehouse y Fielder-Civil retomaron la relación y se casaron en 2007, pero los escándalos continuaron y fue en esa época cuando se cimentó la imagen autodestructiva de la cantante.
"Nadie controlaba a Amy"
"Creéis que conocéis a mi hija: las drogas y la adicción y las relaciones destructivas", asegura Janis Winehouse-Collins, madre de la artista, en el documental de la BBC Reclaming Amy, que se estrena este viernes y que aborda las relaciones de Amy Winehouse, sus problemas de bulimia y de salud mental y los intentos fracasados de su familia y amigos por ayudarla.
Contrasta esta visión con la imagen que se dio en Amy, otro documental realizado hace cinco años -y premiado con un Óscar- en el que se acusaba al entorno de la diva de no ayudarla en su caída a los infiernos de la droga y el alcohol.
"No podías decirle que hiciera o no hiciera algo. Nadie controlaba a Amy", afirma su padre, Mitch Winehouse, quien sin embargo reconoce que "hay muchas cosas que desearía haber hecho de forma diferente".
En otro documental que estrenará el 29 de agosto la MTV, su ahijada y protegida musica, Dionne Bromfield, romperá su silencio para ofrecer el lado más "amable y dulce" de la diva. Winehouse se subió a un escenario por última vez tres días antes de su muerte para acompañar a una Bromfield, quien entonces contaba con 15 años y que considera a la estrella como una "segunda madre" por el apoyo que le brindó en sus inicios.
El vacío que dejó Amy Winehouse tras su fallecimiento no ha podido ser ocupado. Es cierto que con su aparición se revitalizó el interés por el soul y que en su estela surgieron nombres como Duffy, Lana del Rey o Paloma Faith, pero ninguna de ellas ha logrado la excelencia artística que alcanzó la intérprete británica.